Recién ahora estoy viendo la posibilidad de integrar a la muerte, en la vida de la humanidad.
Sobre todas las cosas, este tiempo de trabajo, me ayudó a seguir conociéndome a mí misma y por lo tanto a los otros.
No sé cómo decir esto, pero siento que en mí, todo giró en torno a la honestidad: conmigo misma, con los compañeros, con los docentes, con el trabajo, con el conocimiento adquirido y por adquirir. Y este compromiso de honestidad me ha hecho crecer. Y apoyada en esta honestidad, es que empiezo a animarme a hacer una primera experiencia de acompañamiento, acompañada.
Estoy asombrada por todo lo que he descubierto en relación al proceso de morir. Yo que pensaba, que sólo era algo así como que: “se acabó el agua”!
Pienso que todos tendríamos que transitar este entrenamiento. Sólo por seguir completando nuestra humanidad.
El tiempo transitado en El Faro, paradójicamente ha hecho renacer mi esperanza en la humanidad. Ha hecho crecer mi comprensión, mi sensibilidad, mi ternura, mi solidaridad. Ha hecho que adquiera recursos para seguir trabajando con mis miedos y mis prejuicios. Para relacionarme de mejor modo conmigo y con los otros. Me ha dado conocimientos que desmitifican a “la muerte”. He descubierto que existe el proceso de morir, dentro del proceso de vivir. O a la inversa? O los dos juntos y al mismo tiempo?