La evolución del término en la medicina
La última versión del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) ha reemplazado el término “demencia” por Trastorno Neurocognitivo, diferenciándolo en dos categorías: mayor y menor. Este cambio refleja un intento de abordar la condición desde una perspectiva más amplia y menos estigmatizante.
Más allá de la clasificación médica, es fundamental analizar el impacto emocional y social que genera un diagnóstico de este tipo en la persona afectada, su familia y su entorno.
El impacto del diagnóstico
Los medios de comunicación suelen presentar la demencia como una “devastadora enfermedad”, generando temor y reforzando la idea de que sus efectos son inevitablemente destructivos. Sin embargo, este enfoque alarmista puede aumentar el sufrimiento en quienes reciben el diagnóstico y en sus cuidadores.
Es momento de cuestionar esta narrativa y repensar la manera en que abordamos esta condición.
Despatologizar la demencia
Existe un movimiento creciente que propone despatologizar la demencia y considerarla más bien una condición en lugar de una enfermedad.
Razones para cambiar nuestra perspectiva:
- El miedo y la aprensión agravan el sufrimiento de la persona afectada y de su entorno.
- Considerar la demencia como una enfermedad ha llevado a un presente en el que el 37% de los familiares que cuidan a un ser querido con esta condición ven afectada su propia salud.
Factores que afectan a los cuidadores
Las causas más frecuentes de desgaste en los cuidadores incluyen:
- Falta de recursos para comprender las características de la condición.
- Déficit de conciencia sobre la importancia del autocuidado en los familiares y cuidadores.
- Aumento de la medicalización de las demencias, lo que muchas veces conduce a la anulación de la identidad y autonomía de la persona afectada.
Hacia un nuevo paradigma
Es urgente un cambio en la forma en que comprendemos y abordamos la demencia. Es posible ofrecer una mirada más integradora y humana, que no solo atienda los aspectos médicos, sino que también contemple el bienestar emocional, psicológico y social de quienes atraviesan esta experiencia.
La formación y el acceso a herramientas adecuadas pueden hacer la diferencia. Aprender a acompañar desde una mirada respetuosa y sin miedo es el primer paso para mejorar la calidad de vida de las personas con demencia y de quienes las rodean.
Comprender la demencia desde un enfoque empático y centrado en la persona no solo mejora la calidad de vida de quienes la padecen, sino que también alivia la carga emocional de quienes los acompañan.
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