El término “DOULA” es griego y significa: persona que sirve, que ayuda.
Tradicionalmente, las DOULAS están presentes en el nacimiento de un niño: trabajan junto a la parturienta para brindar apoyo emocional, espiritual, asistencia práctica y guiar suavemente al recién nacido hacia el mundo.

Porque creemos que la forma en que dejamos este mundo es tan importante como la forma en que llegamos proponemos un nuevo curso: la DOULA DE FIN DE VIDA que acompaña al muriente y su entorno en esta ineludible transición.
El rol ideado y presentado por Henry Fersko Weiss hace 20 años ha ido despertando cada vez más interés.

La atención de la DOULA reconoce las necesidades de la persona en su totalidad: los aspectos físicos, emocionales, psicológicos, sociales, culturales y espirituales.
Su función no médica es preservar la calidad y el bienestar, el sentido de identidad y la autoestima desde el momento en que comienza su servicio.

La DOULA proporciona apoyo confidencial y respetuoso, sin prejuicios, adaptado a las necesidades de cada familia atendida. La persona moribunda y su familia son acompañados como una unidad. Por eso, una DOULA incluye al entorno significativo del acompañado, poniendo énfasis en su participación activa. La familia y su entorno aprenderán a desarrollar recursos de apoyo compasivos y preparación proactiva, pues para poder ayudar a aquellos que están muriendo es necesario atender las variadas necesidades que el morir suele generar.

Nuestro enfoque propone y propicia un camino para abordar el final de la vida como una transición consciente, un proceso que se inicia antes del fallecimiento y se extiende más allá del mismo. Comprendemos la muerte como un evento de la vida pleno de sentido: no es sólo un final, es el punto culminante de un ciclo vital.